LA CENA DEL SEÑOR Y SU DISTORSIÓN DURANTE LA ERA MEDIEVAL

Introducción.

Indudablemente, la Cena del Señor es uno de los sacramentos más significativos dentro de la fe cristiana, pues constituye un recordatorio visible del sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario y además, expresa la comunión de los creyentes con Él. No obstante, la comprensión y la práctica de este sacramento, sufrió una importante distorsión durante el periodo de la Iglesia Medieval.

Lo que en un comienzo había sido un momento de comunión espiritual, en el cual los creyentes recordaban la muerte de Cristo y anunciaban su regreso, pasó a entenderse como un nuevo sacrificio del cuerpo y la sangre literal del Señor Jesucristo.

¿Cómo se llegó hasta ese punto? ¿Cuáles fueron algunas de las consecuencias de la promulgación oficial de esta doctrina en el año 1215? Este ensayo pretende responder estas interrogantes, mediante una breve revisión histórica de cómo se formuló la llamada doctrina de la transustanciación y las consecuencias que tuvo para la práctica de la Cena del Señor en la iglesia.

Dentro de su propósito más amplio y a la luz de que esta doctrina sigue siendo parte del dogma oficial de la Iglesia Católica Romana, este ensayo sigue los ideales de la Reforma Protestante del Siglo XVI y busca definir el verdadero significado de la Cena del Señor, de acuerdo con las Escrituras y demostrando el sentido conmemorativo y espiritual con el que Jesús estableció este memorial, para ser practicado de manera perpetua por Su pueblo redimido.

I. Los orígenes de la Cena del Señor

Como primer punto de este ensayo, se debe aclarar que el sacramento de la Cena del Señor, no fue establecido por los apóstoles ni los padres de la iglesia, sino por Cristo mismo. De acuerdo con el relato que está presente en los Evangelios (Mt 26:17-29, Mr 14:12-25, Lc 22:7-21), esta institución se dio dentro del contexto de la Fiesta de los Panes sin levadura y en concreto, el día en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua (Lc 22:7). La noche en que fue traicionado, Jesús reunió a sus discípulos a la
mesa y les dijo:

… ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. (Lc 22:15-20)

Con estas palabras, Jesús anticipaba a sus discípulos lo que ocurriría horas más tarde, cumplimiento de lo que estaba escrito sobre Él a lo largo del Antiguo Testamento (Ex 12:5-7, Sal 22:1, 16-18, 46, Is 53:1-12, Zac 12:10) y en expiación de los pecados de su pueblo. Con este trasfondo y al estar acompañada del mismo mandamiento de Cristo (“Haced esto en memoria de mí”), la Cena del Señor constituye una de las partes más importantes de la fe cristiana.

II. La transformación medieval del sacramento

De acuerdo con las palabras de Charles Hodge, es tan cierto que Cristo murió en la cruz, como que los cristianos en todo lugar celebran la Cena del Señor. Las propias Escrituras atestiguan la práctica de este sacramento desde los tiempos de la Iglesia Primitiva, dónde el partimiento del pan y el vino era un distintivo de la comunidad de fe (Hch 2:42, 1 Cor 11:17-34).

Con el tiempo, la Cena del Señor también fue asociándose con las comidas congregacionales, fomentadas por la Iglesia para buscar la comunión y el cuidado mutuo entre los miembros. Aquellos primeros servicios de comunión no se centrabansobre la pasión del Señor, sino sobre su resurrección y sobre el hecho de que con ella se había abierto una nueva edad. Sin embargo, durante la era medieval el significado de la Cena del Señor comenzó a cambiar.

Tras el período que siguió a las invasiones de los bárbaros, la comunión gradualmente comenzó a relacionarse más con la Crucifixión que con la Resurrección. A la par, se fue desarrollando la idea de que el pan y el vino eran más que estos simples alimentos. Este pensamiento de la época medieval, se ve reflejado en teólogos como el monje Radberto. Este monje sostenía que, cuando el pan y el vino eran consagrados, se transformaban en el mismo cuerpo que nació de la Virgen María y que se levantó del sepulcro, y la misma sangre que corrió en el Gólgota.

A medida que pasaba el tiempo, esto llegó a convertirse en la opinión común tanto del pueblo como del clero , pero a pesar de su popularidad, fue establecida recién durante el papado de Inocencio III, gracias al IV Concilio de Letrán en el año 1215. Fue en este concilio dónde se promulgó oficialmente como dogma de la Iglesia, bajo el nombre de “transustanciación”.

Oficialmente, esta doctrina sostiene que Cristo está presente en el pan y el vino. ¿De qué manera? Mediante el cambio de toda la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo y el cambio de toda la sustancia del vino en su Sangre. 9 Del mismo modo, afirma que de alguna forma misteriosa, estos elementos consagrados mantienen aquellas propiedades (o accidentes) que pueden ser percibidas por medio de los sentidos, tales como su forma, color, sabor, etc.

A. La interpretación literal de un lenguaje figurativo

Esta misteriosa transformación del pan y el vino se basó en una interpretación literal de los relatos de la institución del sacramento en los Evangelios (Mt 26:17-29, Mr 14:12-25, Lc 22:7-21). En estos pasajes, Jesús toma el pan y el vino y declara: «Esto es mi cuerpo» y «Esta es mi sangre». Aunque estas palabras podrían entenderse en un sentido figurado, durante la era medieval prevaleció la idea de que estos elementos se convertían verdaderamente en el cuerpo y la sangre de Cristo.

Esta interpretación se habría visto reforzada por las palabras de Jesús en Juan 6:53-56, pasaje que parecía proporcionar el marco bíblico necesario para esta doctrina 11: “… De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6:53). Usando este pasaje como pretexto, la enseñanza sobre la Cena del Señor, se alejó del sentido original de las palabras de Jesús, malinterpretando las imágenes y señales que apuntaban a verdades espirituales, como meras cuestiones físicas. Tal como sucedió con la audiencia original de Jesús en el mismo capítulo de Juan 6 (Jn 6:30-31, 34, 52, 60-63).

B. Consecuencias de la doctrina de la transustanciación

En ese sentido, se debe aclarar que aunque haya terminado siendo declarada doctrina oficial, no quiere decir que todos estuvieran de acuerdo con la transustanciación y sus implicancias. Hay ejemplos notables como el Ratramnus (siglo IX) y Berengario (siglo XI), quienes no aceptaban la afirmación de que la sustancia del pan y el vino cambia en la Cena. 13 Postura que compartía también John Wyclif, porque
le parecía contradecir la doctrina cristiana de la encarnación.

Más recientemente en la historia, Confesiones de fe como la de Londres de 1689 o la de Westminster, se han referido a la doctrina de la transustanciación bajo fuertes expresiones, tales como: “repugnante no solo a la Escritura, sino aun también al sentido común y a la razón” y “la causa de muchísimas supersticiones y hasta de crasas idolatrías.”

Considerando estos antecedentes, es posible sostener que desde sus inicios, no faltaron opositores a la doctrina de la transustanciación y tanto el debate como las consecuencias de la oficialización de esta doctrina, se sienten aún hasta el siglo XXI.

Mientras la mayor parte del protestantismo la ha abandonado y refutado, la iglesia católica romana la sigue manteniendo como dogma oficial. Solo queda por preguntarse, ¿cómo afectó la doctrina de la transubstanciación a la comprensión y la práctica de la Cena del Señor? Para este ensayo, se han propuesto dos puntos principales:

1. Sacrificio en lugar de conmemoración
La primera consecuencia de la transustanciación, es que se deja de comprender la celebración de la Cena del Señor como un memorial de la muerte del Hijo de Dios por los pecados de su pueblo. En cambio, se entiende como una especie de repetición del sacrificio de Cristo, quien no sufre en él, pero cuyos méritos se aplican directamente a los presentes y a las personas en cuyo nombre se dice la misa. Es así, que adquiere un aspecto propiciatorio, pues renueva y aplica la expiación del Calvario, aplacando la
ira de Dios.

En resumidas cuentas, lo que esta doctrina deja en evidente es que no considera que la muerte de Cristo en la cruz haya sido suficiente y que, contrariamente a lo que enseñan las Escrituras (Heb 9:26-28), debe ser sacrificado una y otra vez a favor de su pueblo. Sin embargo, lo único que logra esta doctrina, es destruir toda certidumbre de que Cristo realizó el pago y que el Padre lo aceptó. ¿Acaso es posible creer en una seguridad de salvación bajo estos términos?

2. Se restringe el acceso a la mesa del Señor
En la práctica, esta doctrina ha tenido una consecuencia permanente para quienes, como la Iglesia Católica Romana, siguen considerando la transustanciación como un dogma oficial de la iglesia. Sin embargo, los perjudicados no han sido los oficiantes del sacramento (como los sacerdotes u obispos), sino los laicos. Esto debido a que en la Edad Media, la copa fue sustraída de los seglares bajo varios pretextos, pero principalmente debido a que contiene “la sangre de Cristo”, según expresa el Concilio
de Constanza de 1415.

Aunque el pretexto haya sido evitar que se beba de la copa del Señor indignamente, como lo advierte Pablo en 1 Corintios 11:27, esta determinación de restringir la copa al pueblo contradice las instrucciones que Cristo estableció para laobservación de esta Cena (Mt 26:27, 1 Cor 11:28). De acuerdo con el teólogo Francisco Lacueva, este cambio dentro de la práctica de la comunión, va a acompañada de dos “curiosas coincidencias”: (1) el crecimiento del poder sacerdotal y (2) una mayor separación entre clérigos y laicos.

III. El verdadero significado de la Cena del Señor

Es, por tanto, comprensible que a lo largo de los siglos esta doctrina haya generado todo tipo de debates y divisiones. Pero más allá de las controversias, al regresar al testimonio de las Escrituras es posible encontrar una enseñanza clara sobre el verdadero propósito de la Cena del Señor, tal como lo enseña también el apóstol Pablo en su primera epístola a los Corintios:

“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Cor 11:23-26)

En la institución de esta Cena, Jesús mismo proveyó tanto el patrón y forma en que debía ser conmemorada Su muerte expiatoria. El Señor toma el pan, da gracias, lo parte y lo da a todos sus discípulos, y este orden se repite para con la copa de vino. Sin misticismo ni mucho protocolo, el único mandato es el de comer y beber, y continuar con la práctica de esta cena en memoria de Él.

Entendiendo que aquí el lenguaje de Jesús es figurado y no literal, “comer Su carne” y “beber Su sangre” no representan una transformación mística: es una referencia al acto de apropiación de Cristo por la fe, en un sentido espiritual. Se trata de creer en Él. De manera que, el pan sigue siendo pan, y el vino sigue siendo vino. Pero el hecho de que estos elementos permanezcan sin cambio, no hace del sacramento menos valioso, ya que Cristo sigue estando presente de una manera espiritual, cuando Su cuerpo y Su sangre llenan los pensamientos del creyente.

Por tanto, el verdadero significado de la Cena del Señor no radica en el simple acto de comer ni en los elementos que la integran, sino que es un recordatorio visible de que Cristo fue ofrecido una vez y para siempre para perdón de los pecados de su pueblo (Heb 10:10-12, 1 Pe 3:18). No es un nuevo sacrificio, pues el pago fue completo en la cruz: “Consumado es” (Jn 19:30). Con estas palabras, Jesús selló el nuevo pacto y la esperanza segura de que aquellos que depositan su fe en Él, recibirán la vida eterna (Col 2:13-14, Rom 6:10).

Hasta que Él regrese, el sacramento de la Cena del Señor sirve tanto de memorial como bendición espiritual para los que se acercan a la mesa dignamente, esto es, con discernimiento de que lo que están haciendo es recordar la muerte del gran Salvador a favor de pecadores merecedores de castigo. Con esta conmemoración el evangelio es anunciado y se confirma la unión entre el participante, Cristo y la iglesia
que es Su cuerpo (1 Cor 12:12-27). La Cena del Señor actúa como una mesa familiar donde los cristianos pueden disfrutar de la comunión unos con otros y con el anfitrión, participando del rico banquete de bendiciones que les fue otorgado en la cruz.

Conclusión.

La doctrina de la transubstanciación, tal como fue establecida en el IV Concilio de Letrán en 1215, marcó un punto clave en la historia de la Iglesia Medieval. Lo que comenzó como una forma de explicar la presencia de Cristo en la Cena del Señor, terminó en una distorsión de las palabras del Señor Jesucristo y en una doctrina que, lejos de aclarar el significado del sacramento, lo llenó de complejidades filosóficas
ajenas a su propósito.

A la luz de la enseñanza bíblica, resulta evidente que la centralidad del sacramento nunca estuvo en el pan y el vino, o la manera en que estos se transformaban literalmente en el cuerpo y la sangre de Cristo. El testimonio de las Escrituras tampoco apunta a una repetición del sacrificio de Cristo por los pecados de su pueblo. Sino que su verdadero significado es más sencillo y claro de lo que la Iglesia Medieval intentó
formular.

Este sacramento es una comida; sin misticismo ni supersticiones de por medio. Se trata más bien de un recordatorio visible y perpetuo de la obra redentora de Cristo en la cruz del Calvario, lo cual no niega que Su presencia espiritual en la celebración de este memorial. De esta manera, la conmemoración de esta Cena también sirve como un medio de gracia por el cual los creyentes participan de los méritos logrados por Él en la cruz y reafirman su comunión con Él.

El estudio de esta doctrina no es solo una cuestión teológica, sino que tiene profundas implicaciones para la vida práctica de la Iglesia, pues su entendimiento adecuado lleva a los creyentes a vivirla según el propósito que Dios le dio: como un medio para fortalecer su fe, traer a memoria el sacrificio de Cristo y unirlos como Su pueblo, guiándolos a una comunión más profunda con Él.


Bibliografía

[1] Boyd, Jonathan. “No, Juan 6 no apoya la doctrina católica romana sobre la eucaristía.” Coalición por el Evangelio. Publicado el 5 de diciembre del año 2024. https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/doctrina-catolica-cena-senor/.
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[3] DeYoung, Kevin. “The Reformation Gave Us a Seat at the Table.” The Gospel
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[4] González, Justo. Historia del cristianismo: Tomo 1. Miami, FL: Unilit, 2003.
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[7] Karr, Reid. “Transubstantiation: What Catholicism Teaches About the Supper.” Desiring God. https://www.desiringgod.org/articles/transubstantiation. Publicado el 13 de septiembre del año 2022.[2]
[8] Lacueva, Francisco. Curso de Formación Teológica Evangélica: Catolicismo Romano. Barcelona, España: CLIE, 1972.
[9] MacArthur, John. Doctrina cristiana esencial. Traducido por Loida Viegas Fernández y Juan Terranova. Grand Rapids, MI: Portavoz, 2021.
[10] Ministerios Ligonier. “La Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689.” Ministerios Ligonier. https://es.ligonier.org/recursos/credos-confesiones/la-confesion-bautista-de-fe-de-londres-de-1689/. Publicado en el año 2020.

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