JESÚS CORONADO DE GLORIA Y HONOR (Heb 2:5-9) – 24/03/24

Transcripción automática:

Como ya se ha anunciado, vamos a continuar con la serie expositiva del libro o de la Epístola a los Hebreos. Esta iglesia, y en particular quienes estamos a cargo de la dirección de la congregación, entendemos que la predicación expositiva es aquella que tiene un perfil más fiel en exponer la verdad bíblica. La predicación expositiva es exponer el texto, explicar el texto y aplicar el texto. ¿Cómo podemos aterrizar esa instrucción bíblica a nuestras vidas de manera aplicativa? Por eso lo hacemos así y considero pertinente hacer, por lo menos de manera resumida, una retroalimentación. Recordemos qué es lo que nosotros estábamos viendo hasta aquí en el libro de Hebreos. Así que tengan sus Biblias preparadas en el libro de Hebreos.

Primeramente, vimos que Jesús es la revelación final del SEÑOR Dios. Habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en los postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo. Siendo el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad de las alturas, hecho tanto superior a los ángeles por cuanto heredó un nombre mayor que ellos. Después, extendiendo la idea, hemos visto que Cristo es la máxima autoridad existente, que está por encima de los ángeles. Los judíos tenían una alta estima por los ángeles, por la presencia del SEÑOR o por la cercanía en la proximidad que tenían con el SEÑOR, pero en el libro de los Hebreos se expresa claramente que no hay nadie por encima del Hijo. Los ángeles cumplen una función que está en Hebreos 1:14: “¿No son todos estos espíritus ministradores enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” En otras palabras, Cristo es el Rey y los ángeles son súbditos que cumplen las órdenes del Rey.

Posteriormente, hemos visto en el capítulo 2, versículos 1 al 4, que el judaísmo en sí mismo no tiene nada más que ofrecer, sino meramente apuntar al Mesías, el único mensaje salvador, que es Cristo. El evangelio es el único mensaje salvador; no hay otra cosa. Y eso es esencialmente lo que hasta aquí el libro de los Hebreos nos ha comunicado. Estábamos viendo un aspecto de la divinidad del Hijo, o sea, un aspecto del Hijo que es su divinidad. Si bien es cierto que el SEÑOR Jesús es uno perfectamente Dios y perfectamente hombre, estas dos naturalezas subsisten en un único ser integralmente integrado, sin embargo, hay aspectos; está la divinidad, pero también está la otra cuestión que es la Encarnación, porque el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Y es en ese contexto, hermanos, que hoy vamos a estar viendo el libro de Hebreos y el pasaje que será el capítulo 2, versículos 5 al 9. He titulado este sermón «Jesús Coronado de Gloria y Honor», y dice así la palabra del SEÑOR:

«Versículo 5: Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando. Pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ‘¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que lo visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles; le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos.’ Un versículo clave dice: ‘Todo lo sujetaste bajo sus pies.’ Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él. Pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas, pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.»

Hasta ahí la palabra del SEÑOR. Vemos en estos versículos que al comienzo, en el versículo 5, dice que no sujetó a los ángeles el mundo venidero. La sujeción al mundo venidero tiene que ver con el Salmo 110:1, que también está reflejado en el capítulo 1, versículo 13: «¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?» Es decir, ningún ángel está sentado a la diestra del Padre esperando el evento futuro de que todos los enemigos estén por el estrado de sus pies. Dicho sea de paso, no se preocupe, no hay contradicciones en la Biblia. Acá parece que apunta a futuro, pero es que ya conquistó la victoria; obviamente, las cosas le están puestas por debajo de sus pies. Ahora, aclarando más la cuestión de los ángeles, el versículo 5 dice que los ángeles no tienen poder en ese sentido. El mundo venidero está totalmente en manos del Hijo, y los ángeles están sujetos a su Creador, el Hijo de Dios. Los ángeles, tal como dice el versículo 14, son espíritus ministradores que están para servir a aquellos que van a ser herederos de la salvación, que son los rescatados por el Hijo. Como ya se dijo, la autoridad de los ángeles, o mejor dicho, la atribución, llega hasta ahí. Sin embargo, el Rey de Gloria es el Hijo.

Ahora, a partir del versículo 6 al 8, dice: «Pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ‘¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que lo visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles; le coronaste de gloria y de honra.'» Este, hermanos, es nuevamente una referencia al Salmo 8, que es un salmo que, a la luz del texto, nosotros debemos verlo con los lentes del Evangelio. En el contexto, implica la humillación de Cristo y también su exaltación, y por ende, el sufrimiento de Cristo, el Todopoderoso Hijo exaltado por encima de todos los principados del universo. Saben qué hizo: vivió entre nosotros y se identificó con nosotros, y murió por nosotros. De eso se trata. Jesús, hermanos, tiene autoridad sobre todas las fuerzas del universo. Nada hay que esté fuera de su dominio, incluidos los ángeles caídos que intentan atropellar el progreso de la obra del SEÑOR en la iglesia. Hasta eso le es sujeto; todas las perversiones que están en contra del Reino de Dios le son sujetas. Y dice que fue hecho menor que los ángeles, pero eso fue solamente por un poco de tiempo en el proceso en el cual él se identifica, humillándose y tomando forma de hombre, identificándose con nosotros, padeciendo por nosotros. Hermanos, esta es la base de nuestra esperanza. Nosotros, hombres transgresores, tenemos a aquel que es perfectamente Dios y perfectamente hombre, que se humilló y que experimentó la muerte por nosotros. Ahora, esa expresión «lo hiciste un poco menor que los ángeles» por un poco de tiempo, el autor lo que hace es expresar el pensamiento de que Jesús anduvo en la tierra como ser humano. Pero eso no fue para siempre; eso fue en un periodo específico. Ahí es donde tiene mucho sentido el Salmo 8, porque dice que el Hijo del Hombre ha sido coronado de gloria y de honra, y que todo ha sido puesto bajo sus pies.

Ahora, tenemos que considerar mucho esto porque hay un evento futuro que es del Salmo 110:1: «Jehová dijo a mi SEÑOR: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.» Pero ¿qué pasa acá? Eso es un evento que parece estar en expectativa; estamos esperando que pase eso, que Cristo sujete todas las cosas y ponga a sus enemigos por estrado de sus pies. Mira al futuro. Pero hay otra cuestión: el Salmo 8 dice: «Todo sometiste a su dominio.» Bueno, han sido todas estas cosas ya. El Hijo, o este dominio universal, va a ser real en el futuro. La respuesta es: sí, ambas cosas. Ambas cosas. En primer lugar, queda claro que Dios ya puso, por el Salmo 8, que todo está bajo los pies de Cristo. La autoridad de Cristo ya es universal; es universal. Pero está la realidad nuestra, que nosotros todavía no lo vemos. Nosotros todavía no vemos que todo le sea sujeto. Bueno, y si Cristo se identificó con mi sufrimiento, si Cristo se humilló, descendió a este mundo sufriendo, entonces, y si todas las cosas ya están sometidas bajo su dominio, ¿entonces por qué permanece en silencio muchas veces? Hay aparentemente una contradicción. Aparentemente, pero no es así. ¿Por qué? Porque Dios tiene su momento oportuno. En su Encarnación, el Hijo de Dios se ofreció para el perdón de los pecados, y así hizo algo maravilloso, glorioso y esperanzador. Abrió el camino para que Dios estableciera su nuevo pacto con quienes responden a la predicación del Evangelio. Pero esto es un periodo intermedio.

El «ya» es real; la autoridad de Cristo es real. Pero todavía no. Esa es una tensión, y este periodo intermedio implica también cierto sufrimiento para la iglesia, puesto que la dominación de Cristo sobre los poderes espirituales de maldad, aunque es real, todavía está pendiente de su desarrollo pleno. Ahí entonces hay una tensión entre el «ya» y el «todavía no», que por cierto radica en nuestra esperanza, porque nosotros sabemos que el dominio de Cristo es real. Las almas se libertan, las personas conocen a Cristo, escuchan la predicación del Evangelio, son rescatadas, las personas experimentan un avance en su vida de santificación, el Evangelio es proclamado, las buenas obras de la iglesia bendicen a los demás. Hay un «ya», pero las personas siguen muriendo, las personas se siguen enfermando, las desgracias siguen ocurriendo, la iglesia sigue siendo perseguida. Ahí está el «todavía no».

Inclusive, si vemos en Apocalipsis 5:5, dice: «Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí, el de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus sellos». Nosotros vemos que Cristo ya venció; eso ya está hecho. Y en nuestro Salmo dice que Jesús fue Coronado de Gloria y de honra. En Apocalipsis 22:12 se dice: «He aquí, yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según su obra». Esa es una gran esperanza que vosotros tenéis y que yo tengo ya, pero todavía no. El Nuevo Testamento promueve la postura de que el reino ya ha sido establecido y sus efectos están en marcha. El reino de Cristo ya está inaugurado, pero falta su venida. El Salmo 110:1 dice: «Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies». Futuro, pero todo está bajo sus pies presente hasta ahora. Esto quizás parece muy conceptual o muy ajeno, pero se vuelve viva y ardiente esta pregunta: ¿Cómo es este tema? ¿Será que las cosas están sometidas bajo los pies de Cristo? ¿Será que todo está sometido bajo su dominio?

Podemos tomar, por ejemplo, a los primeros cristianos que estaban en el Coliseo Romano, en el circo Romano. Aquellos que, por creer en el Hijo y profesar la fe cristiana, estaban a punto de ser muertos y traspasados por las lanzas de los soldados romanos. Ahí sí tiene sentido la pregunta: ¿Acaso no están todas las cosas sometidas bajo el dominio de Cristo, y yo estoy a punto de convertirme en un mártir por la causa de Cristo? El misionero que va con su esposa y queda solo, o la misionera que queda sola porque la viudez fue consecuencia de llevar el Evangelio, y que se produce ese resultado tan triste y trágico de morir por la causa de Cristo, también enfrenta esta pregunta. ¿Están todas las cosas sometidas bajo su dominio?

La gloriosa respuesta es que Cristo está en el cielo, gobierna y todas las potestades están por debajo de sus pies. Esa es mi esperanza y yo en Gloria voy a recibir mi galardón. Ahí tiene sentido la pregunta: el reino de Cristo y la realidad de la experiencia cristiana, esa vivencia, ese desarrollo, la unión con Cristo, el disfrute de su compañía, la esperanza de sus promesas, todo eso ya está en marcha, es real. Pero el pleno y absoluto impacto será en el Día Final, y eso todavía está pendiente. Hebreos 2:8 dice: «Todo lo sometió bajo sus pies». Y en el versículo 9 dice: «Pero vemos a Jesús». Ver a Jesús no significa verlo físicamente en una visión. No significa verlo en el sentido espiritual, ver su obra, su ministerio, su vida, su muerte, ver las huellas de sus pisadas. Eso significa ver a Jesús. Ahora, hay dos cuestiones conectadas: vemos a Jesús, pero lo vemos a la luz del Salmo 8, que cita el escritor a los Hebreos en este contexto.

Vemos que, aunque por un poco de tiempo se sujetó al cuerpo físico y las limitaciones que los Ángeles no tienen, identificándose con nosotros, Él fue Coronado de Gloria y de honra en su glorificación. Dos cosas: vemos su humillación y vemos su exaltación en el Salmo que está citando el escritor a los Hebreos. La razón por la cual Él fue Coronado de Gloria y honra se responde en Hebreos 2:9: «Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los Ángeles, a Jesús, Coronado de Gloria y de honra a causa de la muerte». Esto es para que, por la gracia de Dios, gustase la muerte por todos. Esa es la razón. El predicador especifica que Jesús murió la muerte que nosotros tuvimos que haber muerto, y Él gustó de la muerte para que nosotros gustemos de la vida eterna. Qué glorioso. Se identificó con nosotros a semejanza de hombre para morir la muerte que nosotros tuvimos que haber muerto y nos dio la vida que nunca hubiéramos podido alcanzar.

Ahora, preguntando otra vez: ¿Están o no todas las cosas sometidas bajo los pies del Hijo? Hay tres temas para aplicar a la iglesia de nuestro tiempo. Debemos salir de aquí teniendo certeza de que esas promesas son efectivas, pero su plena y absoluta eficiencia e impacto será en el Día Final, probado. Hay tres cosas en relación a nuestra iglesia: cómo aterrizamos esto para nuestra iglesia y para nosotros. Consideremos que todas las cosas ya han sido sometidas a Cristo en su exaltación a la diestra de Dios. Eso ya está. La sujeción de todas las cosas a Cristo, aunque es una realidad presente, no será completamente visible hasta el final de la Era. Está pendiente hasta el final de la Era.

Por otra parte, los cristianos tienen que tener presente el ejemplo de perseverancia del Hijo. Tenemos que considerar su posición de Rey del Universo. Esa, hermano, es la base para nuestra perseverancia en medio de las dificultades. Ver al Hijo sentado en el trono soberanamente es la base para nuestra esperanza cristiana. También debemos considerar que, aunque Cristo esté allá arriba a la diestra del Padre, habiendo ya concedido nuestro rescate, debajo del sol las cosas no siempre van a ser experiencias saludables. No vamos a andar con una sonrisa desde que amanece hasta que anochece. Si Cristo, siendo el Hijo de Dios, sufrió, ¿qué me espera a mí, simple mortal?

George Godfrey, perdón si pronuncié mal, sobre estos pasajes comenta una historia que es muy llamativa y demuestra esto. Dice: «Hace algunos años, mi familia y yo vivimos en Sanders Road, junto a una maravillosa familia formada por Barry y Brenda con sus tres chicos, John, Drew y W. Barry era un hombre divertido con una fe profunda que hablaba abiertamente de su amor por Cristo. A Pat y Brenda les encantaba tomar el té juntas. Aún conservamos una foto de aquellas salidas en la puerta de nuestra heladera. Los muchachos eran muy buenos para nuestro hijo Joshua, que era un poco más joven que ellos. Estábamos encantados con nuestros nuevos amigos. En 1993, Brenda contrajo un cáncer de hígado. En los meses siguientes, la familia, los amigos y las iglesias de nuestra zona oraron y confiamos en que Dios haría un milagro. Nunca he visto tanta perseverancia o fervor en la oración. Barry, un gran hombre de fe, era una roca espiritual que ministraba a su familia y servía al Señor. No obstante, la respuesta por la que estábamos orando, la curación de Brenda, no llegó. Al final de esta enfermedad, su demacrado cuerpo era solo una sombra de la preciosa madre joven que conocimos, y finalmente sucumbió a la enfermedad. Falleció. En el funeral, se proclamó la victoria que los cristianos tenemos en la muerte. Sin embargo, creo que aquel día una corriente emocional recorrió el auditorio, donde muchos creyentes sinceros y entristecidos se hacían la pregunta: Señor, ¿por qué no has contestado a nuestras oraciones?»

Se trata, hermanos, de un solo ejemplo de varios que pudieran darse. El niño que nace tristemente con una deformidad a pesar de que los padres han orado para que el niño nazca bien. El misionero que muere en un accidente con su cónyuge yendo a proclamar las verdades del Evangelio para que las personas se salven. El joven que es convertido pero tiene feroces batallas con la locura. Las madres que oran por hijos inconversos que están totalmente entregados al mundo. Las esposas que oran día a día por esposos incrédulos y que soportan muchas cosas que vienen a consecuencia de la incredulidad de su pareja. Y esos son escenarios muy tristes. Ese pedido, pero incesante, por un trabajo. Señor, yo creo en tu Evangelio, tu palabra. Te pido por favor por un trabajo que no es ni siquiera para hacerme rico, es para mantener a mi familia. Parece que no pasa nada. La petición por ayuda económica, necesidad, y al parecer hay un silencio.

Sin embargo, la promesa dice: «Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán». Al parecer hay un silencio, pero la promesa del Señor hace ruido en el corazón y en la mente del creyente. ¿Por qué? Porque todos esos poderes celestiales están totalmente puestos a favor de su pueblo. Y saben qué, ante la peor penuria que pueda haber en el universo, en el mundo, en tu vida, en tu casa, en tu trabajo, Cristo está sentado en el trono, Coronado de Gloria y honor. El Señor nos ama. Decimos, pero muchas veces, cuando la aflicción o la tormenta ocurre, es como si hubiera un olvido. Pero muchas veces se nubla la conciencia del creyente cuando es atormentado por la aflicción, cuando es atormentado por la tentación. Señor, ¿vos me amás? Aunque no lo diga, en algún momento, alguno puede preguntarse: ¿Por qué, si Dios me ama tanto y me rescató, no me ayuda? ¿Por qué no me libera?

La iglesia perseguida, cristianos de todo el mundo están siendo perseguidos. Esa es una realidad, y un ejemplo elocuente de esto es Esteban, quien vio al Hijo a la diestra del Padre en total iluminación, a punto de ser ejecutado. Muchos creyentes son interrogados, hostigados, multados y asesinados por su fe. En países islámicos como Pakistán, Irán y Arabia Saudita, se prohíbe abiertamente la práctica libre del cristianismo. Mujeres son condenadas y sometidas por su confesión de Cristo, torturadas por el gobierno. Cuántos pastores han sido encarcelados o arrestados por celebrar una reunión en su casa. En países que supuestamente promueven la libertad, esto no es así. En las provincias norteñas de Laos, por ejemplo, cristianos han tenido que firmar declaraciones juradas renunciando a su fe. Hay iglesias subterráneas y testimonios de iglesias subterráneas en China, donde los miembros pierden sus trabajos e incluso enfrentan riesgo de cárcel.

¿Por qué el Señor no responde estos lamentos? ¿Por qué deja que Su iglesia sea azotada y encarcelada? ¿Por qué no siempre responde la oración de sanación? ¿Por qué no detiene la muerte? ¿Por qué a veces se niega a responder esas oraciones tan llenas de sufrimiento? La cuestión es que Él es soberano y hace conforme a Su voluntad. La cuestión no es si Él responde o no a la oración, sino cómo nosotros respondemos. Con el conocimiento de que todas las cosas ya están sometidas a Su dominio, muchos sufrieron, fueron azotados, apedreados, aserrados y anduvieron fugitivos. Pero ellos verán la gloria del Hijo eternamente. Cristo tiene el control, y eso debe ser el máximo alivio para quien está sufriendo persecución, martirio, enfermedad o desolación.

Aquí en Occidente, se busca aliviar el dolor, y algunos ministros han acuñado la frase «Tu mejor vida ahora». Sin embargo, nuestra perspectiva debe ser luchar apasionadamente por el reino de Dios y Sus propósitos, porque para eso hemos sido llamados. No para sentirnos mejor, sino para cumplir el propósito de Dios. Aunque hay un consuelo y nuestras peticiones están ante Su presencia, esto no significa que en la tensión del «ya pero todavía no» no habrá sufrimiento. Cristo mismo lloró, fue perseguido y murió. Nosotros debemos mirar la experiencia de Jesús y adquirir fortaleza. Él es nuestra máxima esperanza en un mundo desesperanzador.

Jamás digas que Dios te ha abandonado, porque eso no es cierto. La Encarnación de Cristo nos recuerda el precio de vivir como una persona que pertenece a Dios en un mundo caído. Dios es glorificado en tu dolor y todo lo dispone para el bien de tu alma. A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien. Cristo, en Su exaltación, es nuestro consuelo y alivio. Su exaltación proclama la desaparición total de todos los poderes que actúan contra tu alma y la iglesia. Para tu tranquilidad, en este periodo intermedio de dolor y lágrimas, no te preocupes, no es para siempre. En el horizonte, ya podemos ver la esperanza de que todas las lágrimas serán enjugadas y veremos resplandecer al Sol de Justicia todos los días de nuestra eternidad.

El problema no está en si Dios hace o no hace, sino en nuestra responsabilidad de mirar a Cristo. Debemos mirar a Cristo encarnado y humillado, pero también a la diestra de la Majestad de las alturas, quien tiene control sobre todas las cosas. Naturalmente, el incrédulo puede decir que cree en sí mismo, pero no tiene la capacidad. La salvación es del Señor; Él debe abrir el corazón como lo hizo con Lidia y mostrarle la Encarnación y la exaltación del Hijo. Solo Dios tiene el poder para destruir la maldad y mostrar las glorias de Cristo. Él es el autor y consumador de la fe, el único y suficiente Salvador.

Si alguien aquí aún no ha aceptado a Cristo como la máxima autoridad de su vida, que no ha reconocido su condición de pecado, le invito a arrepentirse de sus pecados y creer en el Hijo, porque no hay esperanza fuera de Él. Todas las esperanzas están en Él y únicamente en Él. Él promete vida eterna a todo aquel que cree. Amén.